La transmisión transgeneracional de la información traumática. Lo no dicho, “el inconsciente como lenguaje del cuerpo”, el síndrome aniversario, una ley, las leyes.
Los traumatismos vividos por los miembros de un grupo, clan o familia, se transmiten al resto de sus integrantes a nivel energético, bioeléctrico; es decir, mediante la interconexión o entrelazamiento cuántico. Una parte de la transmisión se efectúa por medio de la herencia genética, pero ciertos traumas y alguna otra “información mental”, emocional, posee líneas de transmisión “electromagnética”, transcerebral, y se propaga cualitativamente como un patrón fractal (de manera bioeléctrica, telepática) a todos los integrantes de una familia; sin embargo, se estriban “diferencias cuantitativas”, en la intensidad con que es legada esa información a ciertos descendientes.
“Provoca este sentimiento ante todo el tema del «doble» o del «otro yo», en todas sus variaciones y desarrollos, es decir: con la aparición de personas que a causa de su figura igual deben ser consideradas idénticas; con el acrecentamiento de esta relación mediante la transmisión de los procesos anímicos de una persona a su «doble» -lo que nosotros llamaríamos telepatía-, de modo que uno participa en lo que el otro sabe, piensa y experimenta; con la identificación de una persona con otra, de suerte que pierde el dominio sobre su propio yo y coloca el yo ajeno en lugar del propio, o sea: desdoblamiento del yo, partición del yo, sustitución del yo; finalmente con el constante retorno de lo semejante, con la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aun de los mismos nombres en varias generaciones sucesivas [… ] El carácter siniestro sólo puede obedecer a que el «doble» es una formación perteneciente a las épocas psíquicas primitivas y superadas [… ] en que el yo aún no se había demarcado netamente frente al mundo exterior y al prójimo”.
Sigmund Freud 1919. Lo Siniestro.
Lo siniestro nos hace pensar que, somos -finalmente- menos libres de lo que pensamos. El Psicoanálisis es una herramienta para salirse del destino: podemos liberarnos de los siniestros legados y salir de la repetición, tomando conciencia de la profundidad del conflicto. La elaboración del duelo transgeneracional, como dice Ancelin Schützenberger “nos permitirá vivir “nuestra” vida, “no la de nuestros padres o abuelos, o la de un hermano fallecido, por ejemplo, y que “sustituimos” a sabiendas o no”. Estas imposiciones genealógicas descritas por Freud, como la sustitución del yo por el «doble», obedecen a un “legado” del clan familiar; sin embargo, el mecanismo del que se valen es una formación perteneciente a las épocas psíquicas primitivas, en que el yo aún no se había recortado frente al prójimo, y por ende, han requerido una regresión “tópica” del funcionamiento psíquico; así, la consciencia individual cede o es invadida, de antemano, por memorias e impulsos arcaicos, en donde la “sustitución” de los pensamientos y sentimientos, se hacen desde lo real del campo morfogenético, (al igual que el establecimiento de la voluntad en las parvadas o cardúmenes); la dinámica de funcionamiento psíquico retrocede, de esta manera, hasta la formación de horda, en donde no existen “diferencias” simbólicas; lo siniestro sume a los miembros del clan en impulsos filogenéticos, atávicos, de repetición de lo idéntico y reclama con un “grito del cuerpo”, la puesta en palabras de lo silenciado en el drama transgeneracional; El desafío es lograr la articulación del pasado con el presente y requiere una visión ampliada, ya que el lenguaje solo rasga la superficie.
La compulsión a la repetición transgeneracional, provocada por lo siniestro, al estar “velada en el discurso”, es transmitida por lo real (información y energía fractal del campo morfogenético), que “sustituye al yo”, constituyendo el atavismo de transmisión repetitiva, de lo negado; y es, de esta manera por regla, ya que la compulsión se hace necesaria para anudar la energía no ligada sobre una verdad y, el retorno se produce como metonimia de lo siniestro, atravesando el “discurso intergeneracional”, para solicitar la afiliación de la representación elidida (sobre el hecho traumático), con el objetivo de enlazarla y tramitar el quántum energético encapsulado.
Hoy, en Psicoanálisis transgeneracional, se habla de la transmisión de un secreto o de un no dicho, que se volvió un tabú: un hecho excluido, evitado, incluso indecible o impensable. Cuando se produce un suceso traumatizante siniestro, (actualmente, las imágenes de la guerra, nos muestran eso mismo) no existe representación mental posible; es un acontecimiento impensable (no pensado), por lo tanto, no elaborado, es una energía libre en la psiquis, que no está asociada a representaciones-palabra, que sólo dejó huellas sensoriales o motrices, (corporales o psicosomáticas), al modo de las neurosis traumáticas o de guerra, descritas por Freud.
Lo Unheimlich (no familiar), en palabras de Freud: sería aquella suerte de espantoso, que afecta las cosas conocidas, secreto, y familiar (Heimlich), que debía haber quedado oculto y que aparece, entre otras cosas, mediante la sustitución del yo (en procesos que debemos suponer “sincronísticos” y de “rebaja del estado mental”, “de la propia conciencia” como dijo Jung), con el constante retorno de lo semejante y la repetición de los mismos rasgos faciales, caracteres, destinos, actos criminales, aun de los mismos nombres en varias generaciones sucesivas. Veíamos, que hay una especie de sensación de “catástrofe inminente”, que se apodera del sujeto (con esa rebaja del estado mental) por lo siniestro, se trata de una catástrofe, que nunca pudo ser asimilada en su totalidad por los miembros del clan y queda un resto, que insiste como retorno de un real sin palabra, que pretende anudarse a una cadena simbólica.
“Si asimilamos la idea de asesinato del padre a toda forma de catástrofe que de generación en generación va constituyendo la línea genealógica de la civilización humana y además consideramos que la catástrofe no puede ser plenamente inscripta nos encontramos con que cada generación debe procesar la deuda que la generación anterior le transfiere”[… ]”La pulsión de muerte es la expresión teórica de una fuerza que en el psiquismo pugna por una afiliación primera, sería el esfuerzo por ligar lo que se resiste a ser ligado, asimilar aquello que persiste como exceso por falta de huella que lo sitúe como experiencia inaugural.
Hemos desarrollado la idea, de que el complejo de Edipo, es un momento de “re-transcripción” de los “esquemas congénitos”, que recapitulan el desarrollo de la especie (filogénesis); el hecho de horda (el asesinato del padre), inicia la línea genealógica de la civilización humana, y es el resto que insiste como retorno de un real (sin palabra) que pretende anudarse a una cadena simbólica. El principio o impulso canibálico, que se expresó primero como violencia ante el mundo exterior, será introyectado conjuntamente, con el drama vincular violento; la figura del crimen será incorporada al yo en forma de superyó y, según haya sido la interacción en su constitución, tratará sus experiencias con el mundo exterior, de manera más o menos erotoagresivas, más o menos íntero o exteroceptivas, más o menos canibálicas; es decir, introyectivas, expulsivas y proyectivas.
Las transmisiones intergeneracionales son discursivas y habladas, las transgeneracionales conforman “el inconsciente del clan”, no se dicen, son los elididos “indignos”. Lo no dicho, inconfesable, reaparece en traumatismos, pesadillas aterradoras, incluso en enfermedades; son expresión directa las afecciones emocionales o psíquicas, como el pánico y la angustia; y es muy común, encontrarlos en episodios paroxísticos o en los denominados, síndromes de aniversario.
El secreto, lo elidido.
Lo que una generación silencia, la siguiente lo expresa en el cuerpo.
Françoise Dolto.
El secreto, con frecuencia, es un hecho humillante en uno de los padres, abuelos o bisabuelos: una pérdida o una falta imaginaria, una deshonra o una injusticia, también, una enfermedad, un “estigma” vergonzoso, inconfesable, que se convierte en un “fantasma” transgeneracional, y de esta manera, como un velo, encubre y a la vez retransmite, lo “elidido”.
Explicamos anteriormente, cómo el principio de no localidad interviene en ciertas formas de conexión del inconsciente colectivo, ciertas conexiones misteriosas, descritas por Jung como “las sincronías”; aparecen, también, como unas formas de “lo siniestro”, en que se repiten idénticos sucesos, fechas, lugares, personas, circunstancias y nos imponen de esta forma, la idea de lo nefasto, de lo ineludible. Podríamos pensar, que los sucesos traumáticos, experimentados por individuos o grupos, se interrelacionan entre sí, más allá de las fronteras del individuo y más allá del tiempo y del espacio, determinados por el principio de no localidad: las coincidencias transversales significativas o sincronías, siguen patrones de vinculación, como los descritos por Freud: la condensación (similitud atemporal) y el desplazamiento (temporal); contigüidad o cercanía temporal, o discontinuidad (metonimia de lo siniestro). Jung, describió a las sincronías como la “coincidencia temporal” de uno o más sucesos con contenido significativo o “similar”, conectados desde el punto de vista temático, “simultaneidad y significado.”
Josefina Hilgard probó, estadísticamente, que la activación de “ciertas psicosis” en la edad adulta: está vinculada a la repetición de las coordenadas espacio temporales, que tuvo un acontecimiento traumatizante, no dicho o no simbolizado, vivido por el padre o la madre del sujeto; dicha activación se produce, entonces, en el momento en que el individuo alcanza él mismo, la edad que tenía alguno de sus progenitores o ancestros, ante ese acontecimiento traumático; a este fenómeno lo denominó síndrome de aniversario.
El “síndrome de aniversario” es una ley natural, que nos pone en ciertas coordenadas temporales o espaciales y/o en el color de ciertas emociones fuertes, vividas por nuestros ancestros; es el retorno de lo desmentido, metonimia de lo siniestro (lo ominoso); además, de los patrones de vinculación psíquica, individual y colectiva, la repetición cíclica sigue líneas fractales o matemáticas de “asociación no local”, una matemática inconsciente. Ancelin investigó, en su práctica analítica, el “síndrome de aniversario”, escribió: “frecuentemente se ve al filo de las generaciones: una muerte brutal marcarse luego en la historia familiar, por un accidente cada vez menos grave, o por un nacimiento -en la misma fecha- en las generaciones siguientes”, se ha comprobado, que la gravedad decrece a medida que los descendientes tramitan el legado traumático. Algunos miembros de las generaciones siguientes, a las que experimentaron los hechos arrasadores, serán invadidos por malestares, angustias y pesadillas repetitivas, que “reaparecen frecuentemente en períodos de conmemoración y/o de aniversario”. Los aniversarios, o armónicos fractales en que se deslizan las tendencias o impulsos repetitivos, obedecen a la imposición automática de hechos, que han sido callados u ocultados, y que claman por su elaboración.
Algunos hechos, que por haber permanecido en secreto, o porque nunca han sido puestos en palabra, han sido evitados, elididos, negados o forcluídos; pueden tratarse de hechos conocidos de la historia familiar, pero no hablados, que fueron elididos o murmurados por la familia. Tomaremos como ejemplo un caso del libro “Ay, mis ancestros”: una alumna de Ancelin, Cedrine, su madre, ha muerto de cáncer el 12 de mayo; el año siguiente al deceso, su tío (el hermano de su madre) tuvo un accidente mortal un 12 de mayo. Más tarde, va a trabajar en terapia la muerte de su abuela, quien fallece – de muerte natural – también un 12 de mayo. Al buscar en los papeles de familia, descubrió que su abuelo había muerto en un accidente un 12 de mayo, y que su tío en segundo grado (padrino del abuelo) había sido asesinado en la guerra un 12 de mayo. Se “sentía mal”, debía ser operada un 12 de mayo, “fecha fijada al azar por el cirujano” (metonimia de lo ominoso). Después se aplazó la fecha de la operación, (que salió bien).
Los sucesos, que tienden a repetirse, son atraídos por una lealtad familiar, un magnetismo que sume al sujeto en el retorno de lo siniestro, ya que lo compele, a identificarse inconscientemente con un familiar, trágicamente fallecido. Estas fidelidades no son solamente una identificación inconsciente con un ancestro conocido, pues ciertos procesos, como comprobamos, “se saltan” las barreras espacio temporales, y dan como resultado una identificación por “transferencia de pensamiento” con un familiar desconocido, “Unheimlich”. Freud lo ubicó dentro de la categoría de lo siniestro, y con relación a lo que él denominó “el doble”, quien puede tener idénticos rasgos y correr los mismos destinos que el fallecido, sea familiar o no. Somos gobernados por la lealtad al grupo o al inconsciente colectivo; férreas observancias interreligiosas, interraciales, interétnicas o interculturales, de la cultura de origen o de la que acogió a los ancestros del clan materno o paterno. De tales sobredeterminaciones, puede surgir una sumisión a la neurosis de clase o una neurosis social (una lealtad al colectivo, trabajador, o burgués, etc.), o una formación rebelde, que intenta rechazar el legado haciendo lo contrario pero sin resolver el problema.
Emergencia de lo siniestro: Leyes o mecanismos, en el retorno de lo desmentido, el doble, el fantasma y el yaciente.
En, “La Interpretación de los Sueños”, Freud introdujo el concepto de realidad psíquica, e implica que la división, que se realiza en la fase del autoerotismo, entre pulsiones sexuales y pulsiones de autoconservación, da cuenta del vínculo entre las pulsiones sexuales y el fantasma. En 1915, en “Lo inconsciente”: el fantasma es descripto como lugar y momento de pasaje desde un registro de la actividad psíquica a otro, y no es reductible a uno de los sistemas, sea consciente o inconsciente. Veíamos, en los primeros capítulos, que las fantasías o fantasmas originarios y algunos otros, fueron descritos por Freud como una herencia filogenética. Por lo tanto, el concepto de “realidad psíquica”, como lugar para situar la causación traumática, no es sólo una alusión a un proceso consciente o inconsciente, ni es una fantasía filogenética heredada o una alucinación, sino que se trata de “un doble entramado filo y ontogenético”.
La idea de fantasma en Lacan (que sigue a Freud a pie de juntillas en este punto), es descrita como una maniobra defensiva, hay una “detención en la imagen”, como defensa contra el fantasma de castración. Creemos que allí, también, se puede poner en lugar de la experiencia propia, la de los ancestros inmediatos o del vivenciar de la especie, ya que en los descendientes de tragedias familiares, “las amenazas” se encuentran incrementadas o potenciadas, (por ejemplo, la incidencia del factor de cortisol en sangre. C.R.F.). Por lo tanto, el señalamiento de Lacan sobre “la Imagen coagulada del fantasma” (relacionada con la fantasía fetichista “de madre fálica”, como modo de defensa contra la castración) estaría sobredeterminada por la genealogía (es decir, por traumatismos transgeneracionales) y se podría valer de mecanismos defensivos y proyectivos, que “asedian” las defensas de la represión, acercando al sujeto a maniobras negadoras y forclusivas.
Hemos desarrollado la idea, de que el secreto inconfesable (lo no dicho), puede transmitirse del inconsciente de uno de los padres al inconsciente de un hijo, de una generación a otra, como describen Nicolás Abraham y María Törok. Esto no acaece sólo en una “sucesión temporal”, Freud ya había hablado de “el fantasma” o los fantasmas originarios, como parte de la herencia filogenética y, también, del “salto de procesos psíquicos” de una persona a otra, por medio de un mecanismo “vecino” al de la telepatía.
La información supera las fronteras del individuo y la contigüidad espacio-temporal. Los saltos de información de un individuo a otro siguen una lógica-fractal, matemática, cuántico-relativista: atravesada por la no localidad y la incertidumbre. En este sentido, el síndrome de aniversario es la punta del iceberg, que indica una fecha posible en la que un suceso trágico podría repetirse en sucesivas generaciones. Vemos en la experiencia que muchos de estos procesos, pueden saltarse varias generaciones.
El fantasma, descrito por Abraham y Törok, sería el retorno siniestro de algunos rasgos de un ancestro, después, de una muerte traumática no elaborada; también, puede estar vinculado con un suceso que avergüenza a la familia. Por ejemplo, una muerte sospechosa, las enfermedades estigmatizantes o sexuales, la locura, la prisión, una quiebra, algo “vergonzoso”: un adulterio, un incesto. Se intenta olvidar o negar un hecho, o a alguien caído en desdicha, o que ha “desgraciado” a la familia, la cual estaba avergonzada de ello, y de allí, el silencio.
La enfermedad del duelo.
La fiestomanía es un proceso descrito por Abraham y Törok, como el “Incremento libidinal en el momento de la muerte del objeto”, excesos, tales como ingestas, sexo desenfrenado, etc., una reacción maníaca que expresa una forma exagerada de duelo, ya sea por una muerte, por una pérdida material o por una ruptura amorosa. La ausencia del objeto provoca como respuesta: la incorporación en el yo, que se identificará, parcialmente, con el objeto perdido; así, desde el punto de vista económico, el yo intenta recuperar las investiduras que fueron depositadas en el objeto (introversión-retiro), y se identifica, total o parcialmente, con ciertos rasgos del ausente, logrando, de esta manera, un “ensanchamiento” de sí mismo, una recuperación o un refuerzo de las investiduras, de la libido yoica. “Mientras, que, la introyección de las pulsiones pone fin a la dependencia, la incorporación del objeto, refuerza el vínculo imaginario; el objeto “incrustado” marca el lugar, la fecha, el aniversario y las circunstancias, en que el deseo ha sido proscripto, [… ] otras tantas tumbas en la vida del yo”. Visto así, el fantasma será aquello del ancestro, o de los ancestros, que fue enterrado en el yo (de modo oral canibálico-imaginario), ya que en la fantasía de ingestión, se produce la incorporación del vínculo imaginal (la función o rol en el deseo).
Para Melanie Klein, cada pérdida objetal inscripta en el aparato, implica un triunfo sádico, maníaco, sobre el objeto; de allí, de su multiplicidad, deviene el chiquero de identificaciones Lacaniano; el rechazo o la negación del triunfo es lo que bloquea el trabajo del duelo. Para nosotros, la negación del triunfo sádico, se debe a un doble rechazo, (típico del mecanismo renegatorio), se niega el deseo de eliminación del ancestro, para ocupar su lugar (envidia), y se niega la responsabilidad transgeneracional del hecho, que había provocado la desgracia del ancestro u ocasionado la vergüenza para la familia, muchas veces se trató de una figura idealizada o puesta en lugar de la función del ideal del yo, que cometió una falta o acto grave, prohibido o criminal.
“La incorporación como antimetáfora, lleva implícita la absorción de lo que está faltando en forma de alimento, mientras que el psiquismo está de duelo, implica rechazar el duelo y sus consecuencias”.
Es muy frecuente, que una fiestomanía (la fantasía sádica que implica comerse al objeto del luto), conduzca a una reparación inmediata en lo real (una gestación) y el embarazo, estará relacionado con la incorporación primaria del muerto en el yo. Por lo tanto, se come al muerto y luego se parirá al muerto; el hijo será la sustitución del ancestro muerto (un yaciente, un criptóforo). Imaginemos que todo esto, además, de ser un proceso psíquico, es un proceso energético (de transmisión de emociones y sentimientos, mediante el desplazamiento transcerebral de energía psíquica).
Los criptóforos, según describen Abraham y Törok, son sujetos portadores de un secreto criminal (un crimen verdadero, una deshonra, la bastardía, el deseo incestuoso, el crimen edípico, seguido de la muerte del progenitor en lo real, etc.) la cripta que contiene al yaciente, sería como un inconsciente artificial alojado en el seno del mismo yo, así: “en el vientre de la cripta se mantienen indecibles palabras enterradas vivas, que han sido afectadas por una catástrofe, que las puso fuera de circuito. Todas las escenas que no hayan podido ser rememoradas, todas las lágrimas, que no hayan podido ser vertidas, serán tragadas al mismo tiempo que el traumatismo”. Si añadimos, este punto de vista, a las conceptualizaciones preexistentes sobre la fantasía y el fantasma, podemos entender que, en términos genealógicos, el fantasma será la “síntesis” de los conflictos no elaborados sobre la muerte y la sexualidad, e incluye compendios psico-energéticos (fractales), que se transmiten mediante un salto cuántico.
En todo proceso de duelo complicado, se suele producir un “embarazo fiestomaníaco”, un hijo de sustitución ; este hijo reemplaza a un ancestro muerto, a un aborto, o a un hermanito muerto a una corta edad (o quizás condensa todas esas variables). Adicionalmente, un traumatismo puede saltarse varias generaciones, y constituir un fantasma, y muchas veces, no se sabe a ciencia cierta, cuál es el ancestro en cuestión, ya que esto se produce por la vía de la transmisión de los impulsos transcerebrales, mediante el proceso descrito por Freud, como vecino a la telepatía, y lo hace siguiendo “el marcaje” de una matemática fractal inconsciente, la de los “aniversarios gestacionales”.
Los patrones geométricos fractales se repiten, según la ley de la autosemejanza creadora de las simetrías en la naturaleza y el cosmos; en la filotaxis de las espirales logarítmicas de los caracoles o en las galaxias, se pueden apreciar las líneas de fuerza, y en las filotaxis vegetales o en los árboles genealógicos, se presentan como patrones áureos, “fracciones armónicas” o sumatorias exponenciales; en la genealogía de los mamíferos, la fractalidad sigue fracciones o múltiplos del ciclo reproductivo de la especie. Ya en el caso de los seres humanos, la fractalidad de los árboles genealógicos, va a marcarse por fracciones, intersecciones o múltiplos de 9 meses, equivalentes a ciertas proporciones o resonancias de los ciclos reproductivos de la especie.
En lo que respecta a la fractalidad de lo siniestro legado, los elementos, que se heredan equivalen a un “grito biológico”, que intenta transmitir una información que permita “aprender o trascender” el mismo conflicto que sufrió un ancestro, que todos los ancestros no han podido resolver, es la transmisión de un “armónico fractal aniversario” del suceso. Lo negado tiende a reaparecer como “complemento” para la resolución de lo que el silencio ha congelado en un museo. En el caso de la línea temporal del síndrome aniversario, que tiende a repetir con mayor intensidad en uno de los descendientes, cierto suceso o ciertas coordenadas, nos encontraremos con que esta simetría fractal nos confronta con la posibilidad de repetir idéntico destino metonímico, pero también, nos permite encontrar un plus metafórico para salir del marco de la “repetición cíclica” o “automatismo de repetición”. Si el sujeto se torna consciente de su resistencia, de su no querer saber nada de eso, de la profunda negación que hubo desde antaño, se producirá una crisis, que provocará cambios profundos en su personalidad y en sus vínculos con todo el clan.
Al igual que todas las fantasías o fantasmas filogenéticos, el Edipo y las protofantasías o fantasías de los orígenes, el momento del nacimiento y el de la fecundación, constituyen “momentos” “desencadenantes” de las fuerzas heredadas, o de re-transcripción de las leyes genealógicas. Además, de la experiencia traumática del parto, el nacimiento casi siempre constituye un doble aniversario familiar; de esta manera, la fecha aparece como relevante para el campo morfogenético (el inconsciente familiar) y así, se transmite información traumática no elaborada de los ancestros inmediatos. A este aniversario particular lo llamamos, gestacional (muerte-renacimiento); puente o intersección del inconsciente familiar, social o racial y el colectivo, por resonancia mórfica o morfogenética.
El inconsciente de la madre y el niño están vinculados y el hijo sabe, adivina y siente cosas sobre dos o tres generaciones. Françoise Dolto.
El aniversario gestacional es una forma de reinscripción de un nacimiento en el inconsciente familiar o colectivo, es la re-transcripción de las fuerzas heredadas, al modo de un síndrome aniversario; se produce en idéntica fecha de natalicio, o de gestación en las siguientes generaciones, puede ser tres meses antes o nueve meses después del suceso, lo que marca un período gestacional, (9 meses). También, una fecha de defunción puede marcarse luego como fecha de nacimiento (de un descendiente) y generalmente anuncia la presencia de un duelo no tramitado, un crimen, un no dicho, un padecimiento psíquico o una enfermedad orgánica, que será heredada. Estos serían “síndromes de aniversario gestacionales” porque marcan procesos de nacimiento y también de “renacimiento”; pueden no ser el día exacto, se toman en cuenta 10 o 12 días antes o después de la gestación, del nacimiento o del aniversario gestacional.
En términos cuánticos, energético-fractales, los aniversarios serían la vía de facilitación para saltos de procesos psíquicos (de impulsos bioeléctricos) de una persona a la otra, siguiendo el principio de no localidad. El modo y la intensidad de la influencia puede verse determinada por la proximidad genealógica, pero también, por ciertas configuraciones del inconsciente colectivo, como pueden ser las profesiones, u otras similitudes como los nombres, que ofician de cierta resonancia repetitiva o resonancia mórfica.
El aniversario gestacional marca el período de gestación de nueve meses y transcribe el síndrome de aniversario de defunción de la generación previa (tanto la fecha de gestación como la de nacimiento, son múltiplos resonantes del aniversario de gestación o de defunción del ancestro del que se es doble y yaciente en la presente generación); si a un aniversario de defunción, le restamos o sumamos, nueve meses suele darnos como resultado un nacimiento u otra muerte en las generaciones anteriores o posteriores, en similares condiciones a las del ancestro “doble”; así, una gestación de 9 meses, frecuentemente, es la re-transcripción de una muerte, la fecha marca de este modo una sustitución siniestra, un duelo no elaborado por el clan, el renacimiento del muerto. “Renato” o “Renata”.
Distintos modos de expresión del síndrome de aniversario:
Síndrome de aniversario: repetición cíclica de una fecha familiar
Síndrome de aniversario de nacimiento: repetición de la fecha de nacimiento de un familiar.
Síndrome de aniversario gestacional “a”: repetición de las coordenadas de gestación de un familiar (restándole 9 meses).
Síndrome de aniversario gestacional “b”: repetición de las coordenadas de gestación de un familiar (sumándole nueve meses).
En el caso de que la repetición sea de la fecha de defunción, se utiliza el mismo esquema de más menos (+/-) 9 meses de los puntos c y d, (y, la concepción, en este caso, se efectúa para la reparación de la pérdida).
Cuando el aniversario gestacional coincide con la fecha de un familiar vivo, actualmente llamamos al que lo secunda, “doble” del primero, (recordemos, que Freud utilizaba el concepto de doble indistintamente) y podría tratarse de cierto fantasma o fantasía familiar edípica e incestuosa, por ejemplo: nacido en la misma fecha que el abuelo o abuela. Cuando el nacimiento, se produce en la fecha en al que ha nacido o fallecido un familiar se lo llama “yaciente”, también, es una forma de doble, pero sería correcto llamarlo de esta manera, gracias a los aportes hechos en este campo por Salomón Sellam, quien describe primariamente al yaciente de la siguiente forma: “El Síndrome del Yacente describe un proceso inconsciente de reparación transgeneracional en el momento de una defunción no admitida y cualificada de injustificada o injustificable, como la muerte prematura de un niño”. Sellam habla de una reparación automática (mecanismo biológico, morfogenético, de homeostasis que pertenece al inconsciente colectivo transgeneracional), este duelo, imposible de hacer en el momento del drama, va a ser el principio de un sufrimiento moral familiar que podrá ser gestionado, metabolizado a través de la programación inconsciente de un niño de sustitución. En la práctica supone la concepción de otro hijo a más o menos largo plazo. Este último, inconscientemente encargado de representar y de hacer vivir al difunto, presentará totalmente una serie de síntomas -comportamientos orgánicos o psíquicos- en relación con esta imposibilidad de vivir su propia vida y reagrupados en el síndrome del yacente, cuyo discurso se presenta a menudo con esta frase-clave: “no tengo la impresión de vivir mi vida” [… ] “cuando un padre no se autoriza a hacer el duelo de un ser querido, tampoco autoriza a sus hijos a hacerlo y terminarlo”. De los ancestros, heredamos memorias que nos sirven de “apoyo”, recibimos recursos y también dramas (lo injustificable), y somos los encargados de reparar automáticamente, una ausencia o una exclusión; al intentar hacer lo opuesto o lo similar repetimos, inconscientemente lo siniestro, porque existe una lógica negadora en el clan que imposibilita avanzar en el duelo. Ante dramas, que excedan la posibilidad de metabolizarse, se produce la reparación automática, y se lo materializa con un hijo de sustitución, en la misma generación (yaciente horizontal), o en las siguientes generaciones, con un yaciente, vertical.
Debemos hacer una distinción sobre la intensidad de la transmisión, ya que hay casos meramente imperceptibles, y otros más graves, debido a que, en todo sistema familiar existe una “responsabilidad transgeneracional”, que se impone como imperativo energético infranqueable, tanto en términos cualitativos como cuantitativos. Pensamos que hay distintos mecanismos, creemos que hay “reparación” (tratar de hacer otra cosa “reparar”, la deuda o las demandas del otro), y que hay o puede haber reproducción “idéntica” o reemplazo del otro, en ese caso, habría una responsabilidad también, se cargaría con ella, sin más.
Para nosotros las cosas se organizan de la siguiente forma:
La identificación (clásica, freudiana): es una forma de tomar rasgos de un ancestro u otra persona.
El fenómeno del “doble”: es tomar idénticos rasgos y destinos que un familiar, descrito por Freud en Lo ominoso, luego Ancelín S. agrega el “síndrome de aniversario”, cuando el aniversario del suceso es el que nos va poniendo en ciertas coordenadas de lo sucedido al doble, asimismo puede coincidir con nuestro cumpleaños, lo que nos hará más proclives a recibir mayor información.
El síndrome del fantasma o yaciente: implica tomar idénticos rasgos, destinos y procesos psíquicos que un familiar muerto, por haberlo relevado en la vida intrauterina o por coincidir en fecha de nacimiento, de defunción o en el nombre.
El yaciente universal o heredero: hace referencia a la fecha de cumpleaños exacta en la cual muere un ancestro (actual-horizontal), el cual efectúa una especie de elección inconsciente, de “ese heredero”, cuando decide morir en su cumpleaños; y así, encarga al sobreviviente una tarea o drama inconcluso, como por ejemplo sobrevivir a la misma enfermedad (demanda). Por ejemplo, un padre elige morir inconscientemente en el cumpleaños de su hijo más querido.
El hijo de sustitución: ser hijo a continuación de un hermanito muerto, es “ser yaciente” siempre que uno nazca después que él, sin importar las fechas.
Entonces, la Identificación inconsciente con un familiar trágicamente fallecido, puede ser un síndrome de yaciente, al igual que la atracción mórfica que ejerce el nombre (al llamarse igual que un difunto), la distinción estriba en que hay una tramitación de ese legado, cuando se ha puesto el nombre, algo se hizo consciente; a diferencia de la fiestomanía, o de la reparación de la pérdida por referencia a las fechas de aniversario- gestacional (la gestación o el nacimiento se produce en la fecha de nacimiento de un miembro del clan fallecido, o en el aniversario de su defunción), que son mecanismos inconscientes y que se vinculan con el inconsciente del clan, con una matemática totalmente insusceptible de conciencia, “Lo Inconsciente”, “Lo Real”; de esta manera, lo siniestro se apodera de la consciencia. En el caso de ser una identificación dirigida a un ancestro vivo, sin coincidencia de nombre ni de fechas, sería sólo, una identificación clásica Freudiana.
De acuerdo a como sean las experiencias, tanto el doble (la misma fecha de un familiar vivo) como el yaciente (la misma fecha de un familiar muerto), recibirán mayor información genético–mnemónica, o morfogenética de ciertas experiencias traumáticas y de otras placenteras, a diferencia de otros miembros del clan, que no guarden relación matemática con esas fechas, los cuales recibirán menor información. Doble es, entonces, cuando se tiene el mismo nombre que el ancestro vivo, y si es un ancestro fallecido, se es yaciente (aunque se puede utilizar la palabra doble indistintamente, sería mejor poder diferenciarlos conceptualmente). De la misma manera, cuando hay un aborto, o la pérdida de un embarazo, el hijo que nacerá posteriormente, será “hijo de sustitución”, por lo tanto, será también, un yaciente. La cantidad de información, que se reciba de ese familiar, dependerá de distintos procesos como: la identificación a los rasgos psíquicos, descritos en la teoría psicoanalítica clásica; además, el quántum presente en el campo mórfico, estará marcado por la gravedad e intensidad del suceso que haya vivido el ancestro traumatizado o muerto; también, por las formas adquiridas de un duelo “no elaborado” por la madre y, que si es cercano al momento de la gestación, será muy fuerte la “carga-instilada”, por la presencia de las hormonas de la tristeza, de la depresión.La representación gráfica de la genealogía, el árbol genealógico, se llama genosociograma; es una puesta de manifiesto, por flechas sociométricas, de los diferentes tipos de vínculos del sujeto, con relación a su entorno y a los lazos entre los diferentes personajes, los aniversarios. Principalmente, tratamos de ubicar los aniversarios gestacionales, los que expresan “leyes de re-transcripción de los traumatismos transgeneracionales, o leyes de transcripción de lo no dicho en las generaciones pasadas”. En la actualidad, elegimos, marcar primeramente los dobles o yacientes, por fecha de nacimiento o defunción, al igual que por aniversario gestacional. También, anotamos los oficios que son considerados una forma de transmisión, que muchas veces supera la barrera de la identificación. A veces, se realizan profesiones de reparación: plomería, electricidad, mecánica, como un intento de reparar los errores de los ancestros, o como una forma de “pagar una responsabilidad o culpa transgeneracional”.
Lo transgeneracional en las psicosis: el árbol genealógico, Lucía Joyce “entre” Lacan y Jung.
Por lo que se refiere al niño, psicótico, eso desemboca en unas leyes, unas leyes de orden dialéctico, que de algún modo se resumen en la pertinente observación que ha hecho el Dr. Cooper, esto es, que para obtener un niño psicótico hace falta al menos el trabajo de dos generaciones. El propio niño es el fruto de ese trabajo en la tercera generación. Jacques Lacan. “Discurso de clausura de las Jornadas sobre la psicosis en el niño”(1967)
La tercera generación: Lucía Joyce.
Josefina Hilgard, describió la “activación” de psicosis, mediante el síndrome de aniversario, pero este “automatismo de repetición de retorno de lo desmentido”, no provoca por sí solo la causación del cuadro psicótico, sino que oficia como “peligro activador”. Todo indica que las familias altamente traumatizadas, desarrollan cierta predisposición a la utilización de mecanismos renegatorios y forclusivos, como modos más “efectivos” de “tramitación” o “defensa” de lo traumático, que la mera represión. Quizás, los mecanismos forclusivos y renegadores son salvoconductos creados por la especie, para la evitación del dolor psíquico. La tendencia a la repetición cíclica de sucesos desagradables, crearía una predisposición para que estos mecanismos de defensa, estén próximos para su empleo, por parte de los descendientes. Por otro lado, el aniversario de un suceso desagradable o la llegada a la misma edad en la que el ancestro sufrió un hecho trágico, es tomado como una amenaza inminente, aunque desconocida, por la persona con trastorno psicótico o neurótico. Si bien, el Síndrome de aniversario es una amenaza real (no local) para cualquier estructura, podría ocasionar un accidente o una enfermedad (relacionada significativamente con el suceso genealógico); en el caso de la activación de una psicosis, debe haber una predisposición, como ilustramos anteriormente.
La repetición del suceso traumático queda absolutamente clara en la genealogía Joyce. James, el padre de Lucía, es hijo de sustitución de cuatro hermanitos muertos o abortados (yaciente, 4 veces); su madre atraviesa el Luto de la abuela durante el embarazo, lo que genera un ambiente embriológico plagado de hormonas de la depresión. No solamente las hormonas de la depresión se ponen en juego aquí, sino que James es gestado en un útero traumatizado, este recibe información del campo morfogenético celular, tanto del útero como de los seres que murieron en la gestación. Depende como hayan sido las causas, esa información será más o menos pesada, más o menos traumática.
No es lo mismo crecer en un útero traumatizado, que perdió un bebé por alguna causa accidental natural, que en uno, en donde ha habido un aborto intencional (además, de la memoria morfogenética-traumática, intrauterina-abortiva, está el proyecto sentido, el “deseo”), tampoco, es lo mismo crecer en un útero en donde habitó por varios días un feto muerto, o con restos de un aborto. Esto último equivale a crecer junto a un muerto en descomposición (desde el punto de vista de la memoria celular, o los campos morfogenéticos), generalmente se tiene alguna secuela física o enfermedad en los primeros años de vida en esos casos. Tras un aborto provocado, curetaje, las complicaciones inmediatas son desgarros cervicales, perforación uterina, sangrado y persistencia de restos del embrión dentro del útero. Para todas las causas mencionadas, comprobamos que hay una memoria celular del trauma, por otra parte, está lo morfogenético, la energía no ligada, que queda liberada en el inconsciente familiar.
A continuación, desarrollaremos el árbol genealógico de Lucía Joyce. Agregamos en el gráfico todos los abortos (naturales o espontáneos); muertes precoces, prematuras o accidentales, que cuentan con registro en actas de defunciones parroquiales o civiles. Por último, las flechas sociométricas “diagonales”, que son el marcaje de la resonancia de los “dobles”.
La primera apreciación, que produce impacto en la historia de Joyce, es la cantidad de embarazos perdidos por su madre, Mari Jane Murray, fueron: Elizabeth W. 1879 (año de defunción solamente hallado); Lilie 1880 (año de defunción solamente hallado); John Agustine 23/11/80, nacimiento, defunción 1881; Mareta 1881/1882. John Agustine fue el primer varón y llevó el nombre del padre y el segundo nombre del abuelo paterno, pero murió con meses de vida. Luego, le siguió Mareta, que parece haber vivido también unos meses.
En 1881, a los pocos meses de la muerte de Mareta (variante de Margaret), y exactamente un año después de la muerte de su abuela materna Margaret Theresa Flin, nace James “Agustina” Aloysius 1882 (su segundo nombre es anotado “feminizado”, en el registro civil). Mari Jane Murray atravesó durante su embarazo el duelo de su madre Margaret Theresa Flin, y venía de perder 4 hijos. A James “Agustina” Aloysius Joyce, lo describen en la parroquia donde fue monaguillo como: “sensible y nervioso como una niña”.
Luego del nacimiento del escritor, la madre quedó embarazada 13 veces más, de las cuales, quizá, cuatro bebés murieron en situaciones similares a las 4 anteriores a James (John F. Louis, Mary Jane y Leo). Un varón: George, el número 12, murió a los 14 años, el 9/3 (si le sumamos 9 meses) nos da 9/12, aniversario de la muerte de Margaret Mary Theresa, una hermanita menor de Mary Jane Murray, la madre del famoso escritor. Este hermano, que murió en 1902, quizá, desató la muerte de su madre, exactamente un año después, de cáncer de útero. (Un útero traumatizado, que quizá ya no podía concebir un hijo de reparación para “George”, pero -como veremos-, de esta reparación se encargará James).
Es llamativa la cantidad de embarazos y la poca diferencia entre ellos, sabiendo que John Stanislaus Joyse, el padre de James, era violento, alcohólico y afín a las prostitutas, suponemos que muchos de esos embarazos han sido efectuados en hechos violentos, y quizá algunos abortos también.
Lucía Anne Luz, “la niña de mis ojos”, sentenciaba Joyce, casi ciego, es yaciente, “doble”, de esta “tía abuela”, Margaret Mary Theresa, muerta a temprana edad. Es doble, tanto por aniversario gestacional, como por aniversario de defunción, suponemos que de ella heredó morfogenéticamente cierto traumatismo “paranoiqueante” (reforzado además por George), ya que su muerte es síndrome de aniversario familiar del clan materno (de Joyce) y de su descendencia. Podemos apreciar cómo el aniversario de esa muerte, marcó otras muertes y enfermedades en la familia. Es probable, que las condiciones en las que murió Margaret Mary Theresa hayan marcado una desgracia para la familia, habiéndose silenciado cierto secreto, con características de “crimen”, inconfesable; la causa de ese trágico suceso, marcaría también las responsabilidades que se mantuvieron “ocultas” o negadas por lealtad a las figuras parentales que ocuparon el ideal del yo en aquel entonces. El silencio, la falta de elaboración, las responsabilidades y lealtades, hacen que el traumatismo se repita en los descendientes, en Giorgio, primero, provocándole la muerte por “asalto” de una bacteria, y en Lucia, como síndrome de aniversario.
La cronología siguiente permite apreciar los dobles y los síndromes de aniversario del clan Joyce, que fueron ubicados en el árbol genealógico, recientemente graficado. Lo escribimos en número para poder apreciar el efecto espejo en el gráfico.
Margaret Mary Theresa (la tía de Joyce) nació el 27/04 y murió el 9/12. (una bebé de 8 meses)
George, hermano de James, nació el 04/07/ (igual que el padre, John Stanislaus) y murió el 9/03/02.
Giorgio (hijo de James, un George italianizado) 27/06/05 – 13/06/ (desconfía su paternidad).
Lucía, hija de James, nació el 26/07 y murió el 12/12/
James se casa el 04/07/31.
La fecha de concepción de Margaret Mary Theresa fue en julio, por eso nació en abril. En julio nacieron Lucía, su tío muerto George y su abuelo, y es en ese mes, que se casa James Joyce, el escritor, que repara inconscientemente las pérdidas. Lucía nace el día y mes en que su abuela había concebido a Marý Theresa. Joyce “hace nacer en Lucía a su tía”; y también hace nacer en su hijo Giorgio, a su hermano George, muerto a los 14 años (yaciente de segundo orden, ya que el nombre es elegido conscientemente). La transmisión morfogenética es un mecanismo biológico y aunque, tenga cierta matemática o lógica-fractal de repetición cíclica, cuenta con un automatismo para los aniversarios de 9 meses, y sus fractales o resonancias, como las octavas, etc., (no es como el calendario gregoriano). Sabemos, también, que Margaret murió el 9/12 y que Lucía Joyce murió a causa de “quemaduras” el 12/12, en el incendio del psiquiátrico, donde se encontraba internada, con lo cual no queda duda de la gran resonancia mórfica que había entre ellas.
Aquí no queda la cosa, Carl Jung el analista de Anna Lucia Joyce, nació el 26/07 (el mismísimo día en que nació Lucia), marcando de manera monumental, la relación transferencial, que la sincronía del inconsciente colectivo puso en este suceso, (léase resonancia mórfica de los clanes, conexión no local de entrelazamiento cuántico por la profesión de Jung, o especularidad de los árboles genealógicos) además, los novios de Lucia, también resuenan con su fecha: Samuel Beckett 22/4 (doble de Mary y doble por aniversario gestacional de Lucia) y Alexander Calder 22/7 (doble de ambas también). En el mar de sincronicidades del inconsciente colectivo, se dan procesos sincronísticos de atracción y de repulsión de la información opuesta y complementaria, todo es polar, todo es dual y atrae a su opuesto complementario.
Y en el ámbito de las sincronicidades, la cosa no vuelve a quedar así; quien les está escribiendo, hubiera preferido de mil maneras, no aparecer referenciado en el contenido, pero es de suma importancia mencionar los siguientes datos, aunque peligren muchas cosas: mi propia fecha de nacimiento es el 16/07 día de la canonización de Copérnico, quien murió incinerado y día de la muerte del hijo de Kennedy; Manuela (2), mi abuela materna, murió el 26/07; estos hechos se relacionan por resonancia entre sí, y también, con los natalicios de Jung, 26/07 y Lucia Joyce, 26/07. Recordemos que Lucia murió a causa de quemaduras; en tanto Manuela 1, una hermana pequeña de mi abuelo “Miguel” (esposo de Manuela 2), murió por quemaduras en un incendio. Al momento de escribir este párrafo en 2020, ingresa en tratamiento una paciente, cuyo hijo murió el 26 de julio (26/07/19) ; así, con asombro, caigo en la cuenta de que hay muchas otras sincronicidades en juego para este y otros fenómenos, porque son no-locales y multicausales.
El 26 de julio de 2023, en pleno aniversario, mientras se realiza la corrección del libro, Mirta nos autoriza a publicar su historia: ella está llevando a cabo su trabajo de duelo, su esposo falleció el 26/07/12 y su hijo Juan Jose Vicini falleció el 26/07/19, casi a la misma hora. Juan José murió de cáncer de pulmón, (fumador/humo). La edad de fallecimiento de Juan José, es la misma que la mi abuelo Juan Miguel, quien también murió de cáncer de pulmón, Miguel fue el marido de Manuela 1 y hermano de Manuela 2, muerta el 26-07.
En los casos mencionados, los hechos sincronísticos se presentan conectados por resonancias fractales numéricas, y por una similitud temática en las causas de la muerte: “el fuego”. Además, fue muy significativo que, al comenzar este escrito, ingresaran, en poco tiempo, dos pacientes diagnosticadas con cuadro psicótico, una mujer de nombre “Soledad”, que había estado internada luego de haber “incendiado” a su novio; y, la segunda paciente con un cuadro de psicosis paranoide, que es la descrita en el capítulo anterior, también llamada “Soledad”, (su querida tía murió quemada en un incendio). Es llamativo, que las dos sean llamadas, o lleven el significante “soledad”, quizás, se describe el “proyecto sentido” en el nombre al que apelan las madres. Recordemos las fechas en juego, los muertos por incendios coinciden en todos estos casos fractal y siniestramente.
Como diría Freud, esto todavía rebosa de un montón de incertidumbres, pero no hay motivos para asustarnos, y negar por miedo, las conexiones sincronísticas, “eso sería anticientífico e indigno para un hombre de estudios”.
Podríamos argumentar que son puras coincidencias, o decir como Freud: que esto es siniestro y producto de una transferencia de pensamientos. Hay que pensar, que existen unas leyes en el inconsciente colectivo humano, y que estas son fractales de las leyes cósmicas universales. La causalidad provoca, que lo similar atraiga a lo similar, o incluso a su opuesto-complementario; algunos hablan de “árboles-espejo”, (aludiendo a la resonancia mórfica de los dramas de los inconscientes familiares, o clanes involucrados). Quizás, por la profesión de psicólogo, hay una resonancia en el inconsciente colectivo, que genera las sincronías a partir de esta similitud (el campo psi) y, la de las fechas aniversarios; las “coincidencias significativas” se crean a partir de la resonancia mórfica de Jung y su paciente Lucia; cosa que no es casual, ya que resuenan “entre similares” en el campo mórfico del inconsciente colectivo y en el “campo psi”. Por otro lado, las muertes por quemazón se encuentran conectadas, de una u otra manera, en todas las historias, mostrándonos una conexión transversal significativa.
Esto mismo sucede con las fechas de aniversario de algunos pacientes o de sus ancestros, que coinciden con las nuestras, son resonancias mórficas, sincronicidades, por las que se establecen motivos transferenciales, o contratransferenciales, de complemento u oposición, especularidad, y algunas otras “coincidencias significativas”, que nos van a permitir ya sea progresar o resistir en el tratamiento (positivo o contratransferencial); como decía Jung, nos sanamos sanando a otros.
El análisis psicogenealógico de Joyce llevó años, pero más años, hubiera llevado hacer que unas historias tuvieran tantas coincidencias de manera intencional. Solamente, hemos tropezado “sincronísticamente” con estos sucesos (no fueron seriados intencionalmente). Veíamos, con Josefina Hilgard, que la repetición de ciertas coordenadas (durante el síndrome de aniversario familiar), podía provocar el desencadenamiento de una psicosis en el descendiente de una tragedia; aquí, podríamos confirmar también, el desencadenamiento de la psicosis producto de la herencia, marcada en el aniversario gestacional; sin embargo, por la virulencia en las manifestaciones de Lucia y por el particular encono con su madre, vemos, que quizás, el cuadro psicótico estuvo condicionado, tempranamente, por cierto deseo abortivo o un real intento abortivo, también, seguramente en lo que hace al “proyecto sentido”, hubo un estrés durante todo el embarazo, ya que no fue buscado intencionalmente. Nació, en la sala de los pobres -“era como nacer en la calle”- decía Nora, su madre. James estaba internado hacía meses, atravesando un brote artrítico (conversión sintomática de un estrés de desvalorización, ya que dudaba de su paternidad). Suponemos, que la acogió una madre desesperada y quizás arrepentida de haberse embarazado.
James siempre pensó que Nora era una “mujer fácil” (como las prostitutas de su padre), no la valoró demasiado, aunque la necesitó como “una madre”. El primer brote de Lucía se produjo en el aniversario 50º, de su padre. Arrojó una silla a su madre, Jung comenzó a tratarla luego de la ruptura con Samuel Beckett, quien a finales de 1928 frecuentaba a los Joyce teniendo un enredo con Lucía; el desencadenante principal habría sido la confesión de Beckett, que su interés principal era su padre escritor y no una cuestión sentimental por ella . Probablemente, sucedió como con nuestra paciente Soledad, el cuadro se completó con el desamor, La psique vuelve a hacer agua frente a lo traumático, y recurre más fuertemente a esos mecanismos preparados por la especie para la evitación del displacer, como una especie de diátesis mediada, también, por el campo mórfico. Dijo Jung: “Ella se ahoga donde Joyce, bucea”. Lucia Anna fracasó en el amor y en lo profesional.
Podríamos decir que el escritor bucea en las aguas de la madre primordial, enlutada. Nuestro paradigma holístico adhiere al modelo del umbral multifactorial de vulnerabilidad y tenemos en cuenta algunos estudios que muestran la presencia frecuente de “anomalías en ciertas estructuras encefálicas en pacientes psicóticos”, una “anormalidad prenatal”. Estas anomalías se encuentran en la corteza temporal del hemisferio izquierdo, también en el sistema límbico, y además se comprobó una anormal utilización de la glucosa en áreas específicas.
Filogenéticamente, el sistema límbico se origina a partir del tronco encefálico, y es un cerebro primitivo que, compartimos con los reptiles, sede de los instintos básicos de supervivencia. Diríase, que el sistema límbico es un “cerebro emocional”, y su raíz arcaica está vinculada con el sentido del olfato. En otras especies, el olor es el sentido supremo, para la conservación del individuo y la reproducción de la especie; porque permite discriminar lo comestible, de lo dañino, lo sexualmente accesible, del peligro o del enemigo, invasor. Basándose, en esta información filogenética, el organismo sabe lo que debe hacer: luchar o huir, comer o rendirse y ser devorado.
Sabemos, que Freud destacaba el importante papel que la represión ejercía, en términos filogenéticos, para el reemplazo del sentido del olfato por el de la vista: el homínido, antepasado del humano, tenía una sexualidad cuadrúpeda feromonal (olfativa) y se organizaba en hordas en las que el macho alfa era violento y privador. A medida que los machos jóvenes lo fueron desplazando, “matándolo y devorándolo”, comenzaron a erguirse y a sustituir el sentido del olfato por el de la visión; allí, comienzan a percibir la diferencia sexual “visual” (distinta de la hormonal), a la par, que se instala la represión y, el acceso a la cultura reemplaza, definitivamente, lo olfativo mediante “el asco, la vergüenza y la moral” (que así, nacen tanto, de un crimen, como de una atracción y aversión visual). Entonces, al igual que en la filogénesis, en el desarrollo individual (ontogénesis), se repiten ciertas etapas evolutivas, el sentido del olfato es predominante hasta que la “represión primaria” instala ciertos diques como el asco, conjuntamente con el desarrollo de la visión como sentido predominante y en un interjuego dialéctico el rostro humano aparecerá como una “imagen totalizadora”, que aporta lo que denominamos identificación primaria. En este momento es cuando más se ponen en juego las improntas creadas por los traumatismos ancestrales, ya que las memorias arcaicas están instaladas en el tronco encefálico y deberán ser relevadas parcialmente por el sistema límbico que, si bien posee información ancestral, será de segundo orden (emocional) y no de supervivencia inmediata. En tanto, los miedos ancestrales podrán activar en el niño una ansiedad que habrá entrado en un interjuego con el deseo materno. En el caso de las psicosis paranoides, suponemos que la ansiedad, ya fue puesta en marcha por grandes temores intrauterinos, de proyecto sentido o de re-transcripción genética, epigenética o mórfica, de traumatismos ancestrales.
Entonces, existen traumatismos filogenéticos comunes a la especie, estos y algunos ancestrales se heredan en forma de huellas mnemónicas físicas (ADN), por otro lado, son legadas influencias filogenéticas y ancestrales desde “lo real” del “campo mórfico”, como “atractores”; en el caso más específico del “doble”, hay una alta influencia morfogenética, “energética”, “psíquica”, como salto de información de una generación a la siguiente y se heredan esquemas mentales, emociones, animales-fobígenos, dramas y causas de pánico, y podrían hacerlo mediante los sistemas de experiencia condensada, (COEX), descritos por Stan Grof.
Luego, de algunas de estas determinaciones o producto de las mismas, en muchos casos, los traumatismos perinatales serán elementos que aportarán tensiones, y de continuar el proceso desestabilizante, durante el desarrollo infantil, se producirá por instilación un “llenado de jarra”; por otra parte, en muchos casos, el factor de cortisol estará incrementado por el trauma transgeneracional, que también amplificará el mecanismo de la desmentida. Todo indica, que un fuerte traumatismo intrauterino, como pudiera ser una tentativa de aborto, o un trauma severo en la madre, podría crear las condiciones para que se produzca la predisposición psicótica gestacional, este estado, no sería determinante, ya que dependerá de las futuras interacciones, pero hay que tener en cuenta, que nos hallamos ante períodos críticos.
En cuanto al cortisol y las hormonas del estrés, en la actualidad, se está estudiando la gran incidencia que tienen, en la disposición de la base tímica, para un gran número de perturbaciones. Las depresiones maternas, los lutos complicados, instalan una tristeza fetal, debido a la alteración hormonal de la madre, que es la base de futuros cuadros melancólicos; decimos “base”: ya que, para desarrollar una melancolía harán falta -además- otros elementos. En los casos de traumatismos intrauterinos, es harto probable que el feto apele, tempranamente, a un mecanismo arcaico o “urbild”, de la posterior desmentida, para hacer frente al montante de la excitación que llegue a superar la barrera antiestímulo (fijada filogenéticamente); quizás, ante el “desborde”, el psiquismo fetal se procure una primera escisión o fragmentación, la cual sería el molde de una futura forclusión.
El feto no está preparado para recibir los embates de un traumatismo intrauterino, que provoque la ruptura de la “barrera antiestímulo”, incluso a nivel del parto, el narcisismo fetal, tampoco, está del todo preparado; sin embargo, estriban diferencias, ya que en el momento del nacimiento, se libera gran cantidad de dimetiltriptamina, (DMT) por medio de la glándula pineal, elemento que aporta mecanismos, que ayudan a soportar esta difícil tarea.
Podemos decir, que el parto complicado, también, es la base de futuros traumas, y deja desórdenes duraderos; un ejemplo de ello, son los partos prolongados con el uso de fórceps, el ahorcamiento por el cordón umbilical, la anoxemia y la contaminación por presencia de meconio. Hay una riquísima documentación de sucesos y mecanismos, que provocan desórdenes tempranos y duraderos, explicados detalladamente en la obra de Stanislav Grof, “Nacimiento y muerte en psicoterapia”. Creemos que todas estas situaciones inauguran una impronta (como una base tímica), y es muy probable que en muchos casos, se produzca una predisposición psicótica, que podrá agravarse y ser reforzada, si las experiencias predominantes de la infancia son traumatizantes; por el contrario, también la predisposición y la gravedad del suceso pueden ser contrarrestadas, si se establecen interacciones positivas con el otro significativo.
Tanto el complejo perinatal, como el vínculo de lactancia, se hallan dentro de un período crítico, en el que las interacciones primarias de asimilación psicológica del entorno quedan registradas de modo potente en la amígdala, (el sistema límbico, sustancia blanca) como improntas mnémicas rudimentarias “gruesas”. Las perturbaciones en este estadío serán duraderas, y fijarán los aprendizajes sensoperceptivos para constituir la base de la inteligencia emocional, de esta manera, el entramado preverbal de esta fase, no podrá ser “domesticado” en el futuro por instancias superiores; “el lenguaje sólo rasgará la superficie”.
El psicoanálisis transgeneracional (análisis del Edipo ampliado), la herramienta para salirse del destino.
Hacia un nuevo paradigma.
Somos menos libres de lo que pensamos. Sin embargo, podemos reconquistar nuestra libertad y salir de la repetición, entendiendo lo que sucede, captando estos hilos en su contexto y en su complejidad. Así, por fin, podemos vivir “nuestra” vida, y no la de nuestros padres o abuelos, o algún otro miembro de nuestra familia al cual estamos reemplazando sin saberlo.
La “herencia arcaica” (Tótem y Tabú- Freud), es una lealtad invisible que empuja a repetir, aunque no se quiera, lo agradable, lo traumático, hobbies, profesiones, o enfermedades, que nos ponen en el camino del linaje familiar. Los secretos familiares se invisten de libido y nos determinan. “Lo que se calla en una generación, la siguiente lo expresa en el cuerpo”, según afirma Doltó, lo que se cree enterrar con un secreto, sólo se logra que trascienda, pero de la peor manera, lo que era un simple hecho, será un problema.
Como dice Anne Ancelin Schützenberger "La vida de cada uno de nosotros es una novela". Ud., yo vivimos presos en una invisible tela de araña de la cual también nosotros somos uno de los maestros de la obra. Si aprendiéramos de nuestro tercer oído, a nuestro tercer ojo, a captar, a mejor comprender, a entender, a ver estas repeticiones y estas coincidencias, la existencia de cada uno se volvería mas clara, mas sensible a lo que somos, a lo que deberíamos ser.
Continúa en el Libro del autor, La Utopía de Freud.
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